Estas bailarinas de terciopelo rojo, mis particulares zapatos del Mago de Oz, poseen mayor trote que todos mis zapatos juntos. Son esos zapatitos comodín con los que además se siente que ya se te ha alegrado el día, que cada uno de tus pasos se hace más ligero, de tan amoldados que están a tu pie. El sentido común decía que, a raíz de su ya alarmante número de agujeros, debían caer en esta última redada. Pero les he sacado del lado bueno para despedirme de ellos.
Algo de magia debían poseer...
28 de septiembre de 2013 |
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